ESTA CARTA LA ESCRIBIÓ GABRIEL KLEMPNOW
DOS SEMANAS DESPUES:
Ya pasaron dos semanas de nuestra fiesta y todavía las imágenes siguen procesándose, girando y rebotando interminablemente en mi cabeza (dispongo en ella de mucho lugar vacío): Rostros olvidados, otros recordados y algo cambiados, cabellos canosos y/o más escasos que en aquellos años, algunas adiposidades arduamente adquiridas a fuerza seguramente de buenos asados y abundante cerveza (todo esto lo digo de los varones, a las chicas los años sólo lograron perfeccionarlas).

Para mí, y sospecho que para todos, el 25 de octubre fue como un Big Bang emotivo, un renacimiento de sensaciones adolescentes que estaban encapsuladas en algún lugar de mi mente. El tiempo va acumulando en nuestra cabeza preocupaciones, responsabilidades, nombres, números, vencimientos y una infinidad de datos más o menos relevantes que van arrinconando y haciendo más difusos los recuerdos más significativos: los de la infancia y la adolescencia. Ese día la adolescencia de aquellos años explotó libre, bañada en esa sensación agridulce de la nostalgia que nos ata a las cosas buenas.

Y para nosotros, el paso de la infancia a la adolescencia está atado inapelablemente al edificio de Junín al 2800 y todo lo que él representa. Esas paredes encierran mucho más que pizarrones y bancos. Fueron el campo de entrenamiento de buena parte de nuestra vida, fueron el ámbito donde pasamos de casi-niños con temor a lo desconocido a casi-adultos…con temor a lo desconocido.

Ya en el examen de ingreso nos preguntábamos cómo nos iría en esta nueva etapa tan diferente que se abría, y 6 años más tarde la pregunta era básicamente la misma. Tal vez la aprensión que se adivinaba en nuestros ojos infantiles sea parte de nuestra condición humana, y no podemos deshacernos de ella cuando nuevas puertas se abren a lo desconocido, aunque sea bueno, muy bueno … como la Escuela Industrial.

Más allá del frío (y muy útil) conocimiento técnico, la escuela fue la “madre buena” que nos enseñó a hacer amigos y cuidarlos, tal vez a enamorarmos por primera vez, a asumir mayores responsabilidades. Esencialmente, como nos dijo un profe en 6° año cuando le dijimos “nos estamos por recibir y no sabemos nada”, aprendimos a aprender.

Por eso, y aún en medio de este collage de rostros, recuerdos, sensaciones y nostalgia, ¡qué bueno fue volver a encontrarnos!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Gabriel, muy buena tu carta. Creo que conseguiste sintetizar muy bien lo que a muchos nos pasó en este reencuentro.
Te dejo un abrazo.

Sergio Cosentino

PD. un aplauso al que inventa las "palabras"
hoy soy "ablaies"

Anónimo dijo...

REALMENTE EN POCAS PALABRAS TRASMITE UN GRAN SENTIMIENTO

Anónimo dijo...

A ver si funciona ahora.
Gabriel, buenísimo lo que escribiste, coincido con lo que decís y me recuerda lo bien que escribías en la secundaria.
Perdoname mi demora en contestarte por mail, ando con problemas para acceder a gmail desde cualquier lado, no sé porqué.
Un abrazo
Darío Gentile

Anónimo dijo...

´Darío: Si pudiste conseguir fotos de la primaria, me encantaría que me las mandes apenas reactives tu casilla. Un abrazo
Gabriel